Bruselas: el reino de los grupos de presión

D'après Novethic.

Entre 12 000 y 20 000. Este es el número de cabilderos profesionales en Bruselas. Según el Observatorio Europeo de Empresas, el 60% de ellos trabaja para empresas frente a solo el 30% para los gobiernos nacionales. El lobby empresarial se lleva a cabo mediante cuatro tipos de estructuras: representaciones específicas de cada negocio, asociaciones empresariales, federaciones sectoriales y finalmente empresas de lobby independientes. En total, no menos de 950 grupos de interés industriales europeos están presentes en Bruselas y alrededor de 300 multinacionales. "Somos reconocidos como organismos oficiales y, que yo sepa, ninguno intenta ocultar sus actividades", comenta Marc Devisscher, portavoz del CEFIC (Consejo Europeo de Federaciones de la Industria Química), la federación más importante de empresas presentes en Bruselas (ver entrevista).

De hecho, desde la entrada en vigor del Acta Única en 1987, los grupos de presión se han integrado plenamente en el panorama de Bruselas. Su objetivo: influir en las instituciones europeas, en primer lugar la Comisión y el Parlamento, para que la legislación comunitaria sirva o al menos no sirva a sus intereses. “Seguimos el trabajo de la Comisión, en particular la preparación de directivas, y damos nuestra opinión sobre los textos”, relata Carsten Dannöhl de Unice, la unión europea de empleadores. Nuestro enfoque es legítimo. Para redactar buenos textos, los eurodiputados necesitan el asesoramiento de todas las partes interesadas y, a menudo, buscan asesoramiento. "

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modificar las Directivas

La actividad de los lobbies se divide en dos partes principales: seguimiento y asesoramiento. El primero requiere que el cabildero se mantenga al tanto de los borradores de directivas actuales y busque información relevante sobre temas de interés para su grupo de interés. El segundo consiste en reunirse con funcionarios, eurodiputados y, en general, políticos europeos para darles la opinión del lobby sobre un texto determinado y, si es necesario, sugerir modificaciones. “No es raro que los grupos de presión presenten incluso directamente las enmiendas que quieren que propongamos”, sopla un diputado.

Para lograr sus fines, los cabilderos comparten las tareas de acuerdo con sus habilidades. Generalmente se hace una distinción entre expertos y consultores. Los primeros tienen conocimientos técnicos y tratan de participar, lo antes posible, en el desarrollo de las directivas europeas, en particular en la redacción del “Libro Verde” y el “Libro Blanco” (textos preparatorios de las directivas). Sus principales interlocutores son funcionarios de la Comisión. Los segundos son los cabilderos en el sentido principal del término. Su principal activo es su libreta de direcciones y su perfecto conocimiento del funcionamiento de las instituciones europeas. Por un lado, ayudan a los expertos a entrar en contacto con los ratios cuando se preparan las directrices. Por otro lado, cuando los textos pasan ante el Parlamento, se acercan a los políticos más influyentes para convencerlos de que tengan más en cuenta los intereses de su grupo de presión.

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Sin problemas?

Si los grupos de presión afirman actuar con total transparencia, algunos políticos y ONG refutan este argumento. El European Business Observatory, una ONG holandesa creada en 1997 para controlar el lobby de las multinacionales, asegura por el contrario que es muy difícil saber hasta qué punto la Comisión está influenciada y lamenta que la Unión Europea no haya creado regulaciones similares a las que existen en Estados Unidos y que obligan a las multinacionales a publicar información relacionada con sus actividades de lobby. "Pero de todos modos, desde un punto de vista democrático, el sistema de lobbies no nos parece una buena solución", apunta Erik Wesselius del Observatorio Europeo de las empresas. En la "lobbycracia", uno paga por tener influencia y esto fortalece el lado burocrático de Europa. Sería mejor si las cuestiones europeas tuvieran más lugar en el debate público. "

Otro argumento de los anti-lobbies: la falta de controles y equilibrios. Frente a las empresas, las ONG, los sindicatos y las asociaciones humanitarias sí tienen pocos recursos. Según el Observatorio Europeo de las Empresas, solo el 10% de los grupos de presión trabajan para ONG de esta forma. Por ejemplo, solo hay unos pocos cientos en organizaciones de protección ambiental. “Este desequilibrio plantea un problema, subraya Paul Lannoye, ecologista adjunto europeo, porque las empresas siempre financian cantidades de estudios para justificar su punto de vista y las ONG no pueden hacer lo mismo. "

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Laurent Fargues
Publicado en: 23 / 08 / 2004. Fuente

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